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Antaño, ante la no existencia de las nuevas TIC, los investigadores solían difundir
los distintos productos de sus labores cotidianas a través de medios tradicionales,

entiéndase estos como versiones impresas en sus diferentes manifestaciones,
incluidos libros, revistas de divulgación científica, documentos de trabajo, entre

algunos otros. En esta tesitura, romper las barreras que actualmente unen a los

investigadores de diferentes lugares del orbe se tornaba sumamente complejo. En
la actualidad, esos desafíos están siendo eficientemente superados.


Para la comunidad de investigadores, la labor de divulgación tiene que dejar de

ser algo anecdótico para convertirse en sustancial.


La divulgación es un espacio idóneo cuyo punto de convergencia es la difusión del

conocimiento, con miras a generar uno nuevo, someterlo a debate y complementar
el existente.



Sería infructuoso si culminada la investigación, los resultados fuesen guardados
en un cajón o sirvan exclusivamente –como ya lo apunté- para incrementar la

egoteca.


Componente imprescindible de esa divulgación consiste en traducir los
conocimientos del argot propio de los investigadores al lenguaje común y

corriente, de manera tal que su transmisión sea exitosa y no solo sea un legado a

un grupo selecto de personas, sin que por ello pierda valor y cientificidad.


Además, en esta época -donde las nuevas TIC constituyen una manera cotidiana
de facilitar las actividades propias de los investigadores- la adquisición, publicidad

y divulgación del conocimiento ya no es exclusivo de grandes capitales como

editoriales, imprentas, librerías y bibliotecas; en esta nueva era, es posible para
los autores popularizar su conocimiento al publicar sus obras en Internet; para ello

se hace uso de blogs, páginas Web, redes sociales y de comunicación, correo
electrónico, entre otros, a través de los cuales se extienden las convocatorias a



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